Madrid, Venerdì, 4 febbraio 2017
Era un gigante, un uomo dalla fede
convinta
I religiosi di Madrid legati al Movimento dei focolari sono
stati particolarmente vicino a p. Joaquín Martínez, visitandolo spesso e accompagnandolo
fino alla fine, soprattutto Angel Camino, Daniel de Yzaguirre, Eleuterio del
Dujo, Joaquin Vicente, Jose Damiàn.
Il Padre generale ha scritto di p. Joaquín Martinez: “Era un gigante,
ha vissuto e respirato il carisma intensamente e con passione”. Ed il provinciale:
“Un uomo della fede forte, convinta, un vero oblato, appassionato di Gesù
Cristo, radicato nell’unità della Chiesa e dell’umanità”.
Ieri abbiamo celebrato la messa ricordando questo nostro amico scomparso
venerdì scorso. Wojciech Popielewski si è chiesto quale fosse il vocabolario di
p. Martinez, quali le parola che tornavano più spesso sulle sue labbra.
Ne ha ricordate tre. La prima: fede, una parola che usava spesso,
di cui parlava come del tesoro datogli da Dio. Una fede trasmessagli dall’ambiente
in cui era cresciuto, dalla famiglia numerosa e religiosa, dallo zio Santiago, missionario
e fondatore della missione di Uruguay e Argentina. Una fede che gli diede la
forza di venire a studiare a Roma, senza poter vedere la famiglia per nove anni.
Una fede che gli permise di accettare tanti incarichi, da professore a maestro
dei novizi, superiore, provinciale…
Comunione era un'altra parola che usava spesso nel suo linguaggio. Comunione
con Gesù. Nei ricordi della sua vita P. Joaquin parlava di un momento di crisi
profonda e dolorosa vissuta dopo 10 anni di sacerdozio. In una Mariapoli in
Spagna trovò una luce nuova che gli consentiva di scrivere: “Nei momenti
difficili e quando vengono i problemi, devo abbracciare la Croce e ricordarmi
di Gesù Abbandonato”. Quando in questi ultimi mesi non poteva più leggere,
guardava sul tablet l’immagine di Gesù abbandonato, la stessa che aveva nel
quadro vicino al letto. Comunione con i fratelli: era la sua “debolezza”.
Soffriva tanto quando mancava la comunione, quando veniva ferito, oppure quando
pensava che qualcuno si sentisse ferito da Lui. Ripeteva spesso: “insieme,
tutto insieme… un cuor solo e un’anima sola”.
La terza parola: fedeltà. Nel maggio scorso scriveva: “Sono
grato a Dio che mi ha preso per mano e mi ha portato da Oblato fin qui. E lo supplico
che mi conceda la grazia di essere fedele al quarto voto che facciamo noi
oblati: perseverare fino alla morte nel nostro Istituto”.
La
fedeltà dimostrata dai martiri Oblarti spagnoli era uno dei motivi per cui li
amava particolarmente e ha lavorato con dedizione per la causa della loro
beatificazione. E lui stesso era fedele. Non si dispensava mai dalle preghiere,
celebrazioni, incontri, feste, anche quando era ammalato e stanco: “Bisogna
essere fedeli al nostro ritmo di vita”. Portava in tasca un piccolo calendario,
dove scriveva tutti i sui doveri…
Nel suo penultimo messaggio sul blog ha scritto da
Madrid chiedendosi: “Tornerò a Roma, o resterò a Madrid? Quale sarà l’ultima
tappa della mia vita? Il campo Verano o alla Tomba oblata a Pozuelo? Non so e
questo non è la mia preoccupazione. Chiedo solo al Signore di darmi la pace
interiore e quella gioia di poter accettare volentieri ciò che accade. Ho fatto
l’oblazione perpetua tanti anni fa. E chiedo la grazia di vivere il quarto voto
fino alla morte. Pregate per me, chiedendo solo questo: la perseveranza”. Le
ultime parole scritte sul blog: “Voglio ringraziarvi per la carità fraterna la
quale mi ha
dato il coraggio di vivere l’ideale Oblato di comunità: Cor unum et anima una”. (Fabio Ciardi)Inseriamo anche un breve profilo della sua vita da lui stesso raccontato.
MI ITINERARIO VOCACIONAL
Durante la semana de oración por las
vocaciones oblatas, en Roma, nos unimos las tres comunidades de la casa general
para orar juntos. En una sencilla celebración de Vísperas se intercalaba un testimonio
de cómo y por qué uno se había hecho Oblato. A mí me tocó el último. Se hablaba
lógicamente en italiano. Hago una traducción aproximada.
Me han pedido que
exponga la génesis e itinerario de mi vocación en 5 minutos. Mi primera
reacción fue: ¿cómo voy a sintetizar en 5 minutos 56 años de sacerdocio, 62 de vida religiosa y 82 años de edad?
Intentaré decir algo.
Yo nací y crecí en
el seno de una familia numerosa, muy religiosa, en un pueblo http://acebesdelparamo.weebly.com/acebes.html practicante al 100 % que ha dado a la Iglesia varias personas consagradas. En los años 60, cuando la
parroquia contaba con unos mil
habitantes, éramos unos 40 religiosos y religiosas, pero ningún cura diocesano.
Dos se salieron y otros/as han muerto. Aún quedamos unos treinta: un Obispo
salesiano, 10 religiosos y 20 Religiosas http://acebesdelparamo.weebly.com/religiosidad.html
En mi
adolescencia, si alguien pensaba “ir a los frailes” equivalía a ir a los
salesianos y el párroco les preparaba
los candidatos. Yo fui el primer
“cismático”. Tenía cerca de quince años cuando también yo pensé “ir a los
frailes”. ¿Por qué me orienté hacia los Oblatos? Desde niño se hablaba en
familia de “tío Santiago”, hermano de mi padre. Era del H. Santiago Martínez
García (1891-1970), uno de los cinco Oblatos pioneros enviados a fundar en
Uruguay y después en Argentina. Yo no lo conocía, porque estuvo en
Hispanoamérica 18 años sin volver a España; pero tenía frecuente
correspondencia postal con mi padre. Éste me dictaba las cartas y yo escribía.
Además en casa había algunos números de la antigua revista oblata La Purísima, de antes de la guerra.
En 1948 un Oblato
de Argentina, el P. Ceferino Castellanos, vino a su pueblo, cercano al mío,
para visitar a su anciana madre. Mi padre fue a verlo para tener noticias de su
hermano. A la vuelta me dice: “¿Tú no
querías ir a los frailes? Vete a hablar con el P. Castellanos”. Éste se
ocupó de todo; pero entonces en el
juniorado había “numerus clausus” y ya no había plaza. Entonces el párroco, amigo
de los Hnos. de las Escuelas Cristianas, quería mandarme a su aspirantado. “No, yo quiero cantar Misa”. Habló con
mi padre para orientarme al seminario diocesano de Astorga, prometiéndole incluso una beca. “No, yo quiero ser sacerdote misionero”. Finalmente, gracias a la insistencia del P.
Castellanos, me recibieron los Oblatos y comencé el juniorado en Hernani para
terminarlo en El Abrojo.
A los 19 años
conocí a mi tío, el Hermano Santiago, que regresó a España. Era poco antes de
ir yo al noviciado. Éste fue un año de gracia. El 25 de julio de 1954 hice la
primera oblación y pasé a Pozuelo para el escolasticado. Ya habíamos comenzado
las clases, cuando inesperadamente me dicen que me dé prisa para sacar el
pasaporte para ir a Roma lo antes posible. Como ya había comenzado el curso
también en Roma, ni siquiera pude ir al pueblo para despedirme de la familia.
Así que pasarían 9 años sin visitarla. ¡Eran otros tiempos!
Si me hubieran preguntado
si quería ir a Roma, mi respuesta era clara: No, porque quiero ir a misiones y los que estudian en Roma regresan a
España. Pero como acababa de hacer el voto de obediencia… A posteriori doy
gracias a Dios por esos 7 años sin salir de Roma. En España no hubiera podido conocer
tan a fondo entre otras cosas, la internacionalidad de la Congregación ni la
catolicidad de la Iglesia.
En 1961, ya
sacerdote y terminada la formación primera, según la norma, escribo al P.
General para recibir la “primera obediencia”. Disponible a todo, le sugería mi
preferencia por las misiones extranjeras. Supe que “oficiosamente” ya estaba
destinado a Chile; pero pidieron el parecer al Provincial de turno y éste lo
bloqueó: me reclamaba para la propia Provincia. Mis proyectos no son vuestros proyectos, dice el Señor (Cfr. Is.
55, 8-9).
Desde 1961 y de
vuelta a España ¿a qué me he dedicado?
A muchas cosas,
demasiadas. He aquí algunos de los servicios y ministerios: mi primer destino
fue Málaga donde me hago cargo del pequeño colegio Mazenod (desaparecido); me
trasladan a El Abrojo, profesor en el
Juniorado; Delegado provincial de vocaciones, colaboro con el Secretariado de
Vocaciones de la CONFER y me confían el naciente Boletín que convierto en la
revista de pastoral vocacional “Todos Uno” (suprimida); en Pozuelo me encargan de transformar el nuevo
escolasticado en casa de espiritualidad, Emaús: ejercicios y convivencias con
jóvenes sobre todo; subdirector de la revista oblata, el director cae en la
depre y me la confían, pero con algún otro instituto misionero decidimos
fundirla en la revista de las O.M.P. Catolicismo,
que pasó a llamarse Pueblos del Tercer
Mundo y en el 2000 cambia cabecera por Misioneros
Tercer Milenio: miembro de la redacción al principio, ahora sólo soy un
simple “colaborador”. Profesor de Religión en Institutos diversos: Pozuelo, Villa
Cisneros (Dajla), Jaén; catequesis y pastoral parroquial, maestro de novicios, superior local en
diversas comunidades, Superior provincial, etc. Por fin, con 70 años, me envían
a Venezuela donde pensaba dejar mis huesos; pero poco después me llaman a Roma
para el escolasticado internacional. Una vez aquí, me nombran Postulador
general de las Causas de los Santos, cargo del que he dimitido por razones de
edad (80 años). Actualmente sigo en Roma formando parte del equipo de formación
del Escolasticado Internacional. “Hombre
de muchos oficios, pobre seguro”, oí en mi pueblo. Ése soy yo.
Este sería el
marco del cuadro. ¿Pero la pintura, mi vida oblata? Me limitaré a dar un par de pinceladas.
La primera
pincelada sería afirmar sin ambages que en todos esos ministerios siempre he
sido entusiasta de mi vocación oblata y nunca he tenido dudas serias de que éste
era mi camino, el proyecto de vida que Dios tenía destinado para mí.
Sin embargo en
1970, con 10 años de sacerdocio, sufrí una crisis profunda. Yo estaba
enfrascado en un activismo frenético. Por otra parte eran los turbulentos años
de la contestación. Parecía que todo se iba
a derrumbar. La Iglesia del posconcilio estaba desconcertada y dividida.
También los Oblatos, que hicieron experiencias arriesgadas en el campo de a
formación y que, en mi opinión, quemaron vocaciones de jóvenes Oblatos.
Yo estaba en
Pozuelo entregado en cuerpo y alma en la Residencia del Pilar (que para evitar
confusiones hubo que denominar después Emaús); pero encontraba una fuerte
oposición por parte del Escolasticado: yo les había “usurpado” el nuevo edificio: “¡esa
casa es nuestra!” No bajo a más detalles; pero hastiado del acoso, si no pensé en abandonar la Congregación
fue por mi vocación misionera. Quería irme de España. Escribí a los Oblatos de
Camerún y del Congo. Ambos Provinciales que acogían gustosos.
Pero algo me decía
que esa decisión no era honesta: yo había elegido a los Oblatos para ir
a misiones; pero ahora quería huir a
las misiones. Lo expuse al Provincial de turno (Ramón Pardo) y le dije que,
para hacer el discernimiento justo, quería hacer un “segundo noviciado”. Él se resistía a que estuviera ausente seis
meses y me sugirió hacer el mes ignaciano, más breve y clarificador. Pero
ocurrió algo inesperado: la Mariápolis.
Durante mis años
de escolástico en Roma tuve contacto con la Obra de María o Movimiento de los
Focolares. En 1970, en medio de esa confusión ambiental y personal, caí sin
querer en una Mariápolis (Burgos, agosto 1970). Allí y a la luz de esa
espiritualidad caí en la cuenta de que la raíz de todos mis problemas y
conflictos era yo mismo, que no quería abrazar la Cruz (Jesús Abandonado) y transformar esa losa que me aplastaba en
trampolín para dar un salto de calidad. Vi claro. Ya no necesitaba los
ejercicios de S. Ignacio; pero fui a Manresa, para poder descansar. Fue un mes
y una gracia extraordinaria que me clarificó aún más la decisión a tomar.
Puedo afirmar que
la espiritualidad de la Obra de María nunca ha sido obstáculo para mi vocación
oblata, al revés, ha sido un estímulo para conocer mejor a nuestro Fundador y
para entusiasmarme con nuestro carisma. Sin embargo tenía la impresión que para
algunos de mis hermanos Oblatos yo era un interrogante: ¿era oblato o focolarino?
En 1992 el
Provincial (Eutimio) se hallaba en apuros buscando un director para los inminentes
ejercicios anuales de la Provincia. Me
lo propuso y yo me resistí a aceptar. ¿Dar los ejercicios a mis hermanos
Oblatos, algunos de los cuales habían sido mis formadores? Me acordé del dicho
oído a mi abuelo: “Yo que te conocí verde
cerezo paso por delante y no te rezo”, equivale al dicho evangélico que
nadie es profeta en su tierra. ¡Me sería más fácil darlos a un grupo de
Obispos! Pero insistió y claudiqué.
¿De qué les hablé?
De los principios fundamentales de toda vida auténticamente cristiana, pero con
los temas de la espiritualidad que yo mejor conocía: Dios-Amor, Opción radical por Dios, La Voluntad de Dios, el
Mandamiento Nuevo del amor recíproco, la Cruz (Jesús Crucificado y Abandonado),
la Iglesia, María, etc. Ilustraba
todo eso con “experiencias”, no mías o de otros religiosos, como hacía con
otros ejercitantes, sino con textos del Fundador demostrando cómo había vivido San Eugenio
todo eso. Alguno se convenció de que yo conocía al Fundador quizá más
que él y me pidió las fuentes de esa oblatología. Esto fue mi ruina, pues cayeron muchos
prejuicios y pocos meses después me nombraron Provincial.
Mi mandato como
Provincial (6 años) tienen que juzgarlo otros. Personalmente puedo decir que me
costó aceptar, que fue una experiencia fuerte con alegrías y dolores; pero
experimenté más de una vez la “gracia de estado” y traté de “vivir el otro”,
“hacerme uno” con mis hermanos, a costa de no preocuparme ni vivir para mí,
sino para ellos, sobre todo en la oración.
Otra pincelada
importante de mi vocación oblata es la siguiente.
En 1976, a raíz de
la beatificación del Fundador (1975) se celebró en Roma el 1er. Congreso sobre
el carisma oblato: “El Carisma de San
Eugenio de Mazenod hoy”. Coordinador, el P. Macelo Zago, siendo General el P. Fernando Jetté. Fue el primer jalón en
ese fecundo camino. Yo tuve la suerte de participar. Era para especialistas e
investigadores. Yo no lo era; pero pasó por El Abrojo el P. Albert Schneider,
Consejero general, vio lo que yo estaba preparando para la beatificación y me
invitó. En este congreso pude ver más
claro que nunca cuál era el corazón del carisma oblato. Cuando comenzamos con
la lluvia de palabras clave, saltó la primera: Jesucristo. Después vendrían la
evangelización, los pobres, la comunidad, la Iglesia, María… Pero el centro de
todo era JESUCRISTO. Por eso me encanta la alocución del papa Juan Pablo II a
los capitulares de 1986. El P. Jean Drouart decía que aquel capítulo general
hubiera valido la pena sólo por esas palabras:
“La question fondamentale qu’il
pose aujourd’hui à tous ses fils par la voix du Successeur de Pierre, est brève
et bouleversante: Jésus-Christ est-il
bien au cœur de votre vie?
"La interpelación fundamental que S. Eugenio os
plantea por boca del Sucesor de Pedro es breve e inquietante: ¿Jesucristo es de verdad el corazón de
vuestra vida?”
Esto debiera ser
el hilo de oro de mi vocación oblata: acoger a Cristo, como María, para darlo
al mundo. Tengo que confesar que ese no es mi ser sino mi deber-ser.
Para terminar,
diré que más de una vez he oído a algún religioso: “Cien veces naciera, cien veces me haría…” (de la Congregación X,
la suya, claro). Esa afirmación contundente
me parece huera, pues no se trata de una hipótesis, sino de una
veleidad. Yo me limitaré a reiterar que
nunca he dudado seriamente de la vocación a la que me siento llamado, doy
gracias a Dios por haberme conducido de la mano hasta aquí y le pido que me dé
la gracia de ser fiel al cuarto voto que pronunciamos los Oblatos: “Perseverar hasta la muerte en el santo
instituto y Sociedad de los Misioneros Oblatos de la Santísima e Inmaculada
Virgen María. Dios me ayude. Amén”.
Roma, 27/05/ 2016
Joaquín Martínez Vega, o.m.i.
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