sabato 11 febbraio 2017

Padre Joaquín, Oblato di Maria Immacolata, ha terminato la sua corsa

Madrid, Venerdì, 4 febbraio 2017


Era un gigante, un uomo dalla fede convinta

I religiosi di Madrid legati al Movimento dei focolari sono stati particolarmente vicino a p. Joaquín Martínez, visitandolo spesso e accompagnandolo fino alla fine, soprattutto Angel Camino, Daniel de Yzaguirre, Eleuterio del Dujo, Joaquin Vicente, Jose Damiàn.

Il Padre generale ha scritto di p. Joaquín Martinez: “Era un gigante, ha vissuto e respirato il carisma intensamente e con passione”. Ed il provinciale: “Un uomo della fede forte, convinta, un vero oblato, appassionato di Gesù Cristo, radicato nell’unità della Chiesa e dell’umanità”.
Ieri abbiamo celebrato la messa ricordando questo nostro amico scomparso venerdì scorso. Wojciech Popielewski si è chiesto quale fosse il vocabolario di p. Martinez, quali le parola che tornavano più spesso sulle sue labbra.
Ne ha ricordate tre. La prima: fede, una parola che usava spesso, di cui parlava come del tesoro datogli da Dio. Una fede trasmessagli dall’ambiente in cui era cresciuto, dalla famiglia numerosa e religiosa, dallo zio Santiago, missionario e fondatore della missione di Uruguay e Argentina. Una fede che gli diede la forza di venire a studiare a Roma, senza poter vedere la famiglia per nove anni. Una fede che gli permise di accettare tanti incarichi, da professore a maestro dei novizi, superiore, provinciale…
Comunione era un'altra parola che usava spesso nel suo linguaggio. Comunione con Gesù. Nei ricordi della sua vita P. Joaquin parlava di un momento di crisi profonda e dolorosa vissuta dopo 10 anni di sacerdozio. In una Mariapoli in Spagna trovò una luce nuova che gli consentiva di scrivere: “Nei momenti difficili e quando vengono i problemi, devo abbracciare la Croce e ricordarmi di Gesù Abbandonato”. Quando in questi ultimi mesi non poteva più leggere, guardava sul tablet l’immagine di Gesù abbandonato, la stessa che aveva nel quadro vicino al letto. Comunione con i fratelli: era la sua “debolezza”. Soffriva tanto quando mancava la comunione, quando veniva ferito, oppure quando pensava che qualcuno si sentisse ferito da Lui. Ripeteva spesso: “insieme, tutto insieme… un cuor solo e un’anima sola”.
La terza parola: fedeltà. Nel maggio scorso scriveva: “Sono grato a Dio che mi ha preso per mano e mi ha portato da Oblato fin qui. E lo supplico che mi conceda la grazia di essere fedele al quarto voto che facciamo noi oblati: perseverare fino alla morte nel nostro Istituto”.
La fedeltà dimostrata dai martiri Oblarti spagnoli era uno dei motivi per cui li amava particolarmente e ha lavorato con dedizione per la causa della loro beatificazione. E lui stesso era fedele. Non si dispensava mai dalle preghiere, celebrazioni, incontri, feste, anche quando era ammalato e stanco: “Bisogna essere fedeli al nostro ritmo di vita”. Portava in tasca un piccolo calendario, dove scriveva tutti i sui doveri…
Nel suo penultimo messaggio sul blog ha scritto da Madrid chiedendosi: “Tornerò a Roma, o resterò a Madrid? Quale sarà l’ultima tappa della mia vita? Il campo Verano o alla Tomba oblata a Pozuelo? Non so e questo non è la mia preoccupazione. Chiedo solo al Signore di darmi la pace interiore e quella gioia di poter accettare volentieri ciò che accade. Ho fatto l’oblazione perpetua tanti anni fa. E chiedo la grazia di vivere il quarto voto fino alla morte. Pregate per me, chiedendo solo questo: la perseveranza”. Le ultime parole scritte sul blog: “Voglio ringraziarvi per la carità fraterna la quale mi ha dato il coraggio di vivere l’ideale Oblato di comunità: Cor unum et anima una”. (Fabio Ciardi)

Inseriamo anche un breve profilo della sua vita da lui stesso raccontato.

MI ITINERARIO VOCACIONAL

 Durante la semana de oración por las vocaciones oblatas, en Roma, nos unimos las tres comunidades de la casa general para orar juntos. En una sencilla celebración de Vísperas se intercalaba un testimonio de cómo y por qué uno se había hecho Oblato. A mí me tocó el último. Se hablaba lógicamente en italiano. Hago una traducción aproximada.
Me han pedido que exponga la génesis e itinerario de mi vocación en 5 minutos. Mi primera reacción fue: ¿cómo voy a sintetizar en 5 minutos  56 años de sacerdocio,  62 de vida religiosa y 82 años de edad? Intentaré decir algo.
Yo nací y crecí en el seno de una familia numerosa, muy religiosa, en un pueblo  http://acebesdelparamo.weebly.com/acebes.html  practicante al 100 % que ha dado a la Iglesia varias  personas consagradas. En los años 60, cuando la parroquia  contaba con unos mil habitantes, éramos unos 40 religiosos y religiosas, pero ningún cura diocesano. Dos se salieron y otros/as han muerto. Aún quedamos unos treinta: un Obispo salesiano, 10 religiosos  y 20 Religiosas  http://acebesdelparamo.weebly.com/religiosidad.html  
En mi adolescencia, si alguien pensaba “ir a los frailes” equivalía a ir a los salesianos y el párroco les  preparaba los candidatos.  Yo fui el primer “cismático”. Tenía cerca de quince años cuando también yo pensé “ir a los frailes”. ¿Por qué me orienté hacia los Oblatos? Desde niño se hablaba en familia de “tío Santiago”, hermano de mi padre. Era del H. Santiago Martínez García (1891-1970), uno de los cinco Oblatos pioneros enviados a fundar en Uruguay y después en Argentina. Yo no lo conocía, porque estuvo en Hispanoamérica 18 años sin volver a España; pero tenía frecuente correspondencia postal con mi padre. Éste me dictaba las cartas y yo escribía. Además en casa había algunos números de la antigua revista oblata La Purísima, de antes de la guerra.
En 1948 un Oblato de Argentina, el P. Ceferino Castellanos, vino a su pueblo, cercano al mío, para visitar a su anciana madre. Mi padre fue a verlo para tener noticias de su hermano. A la vuelta me dice: “¿Tú no querías ir a los frailes? Vete a hablar con el P. Castellanos”. Éste se ocupó de todo;  pero entonces en el juniorado había “numerus clausus” y ya no había plaza. Entonces el párroco, amigo de los Hnos. de las Escuelas Cristianas, quería mandarme a su aspirantado. “No, yo quiero cantar Misa”. Habló con mi padre para orientarme al seminario diocesano  de Astorga, prometiéndole incluso una beca. “No, yo quiero ser sacerdote misionero”.  Finalmente, gracias a la insistencia del P. Castellanos, me recibieron los Oblatos y comencé el juniorado en Hernani para terminarlo en El Abrojo.
A los 19 años conocí a mi tío, el Hermano Santiago, que regresó a España. Era poco antes de ir yo al noviciado. Éste fue un año de gracia. El 25 de julio de 1954 hice la primera oblación y pasé a Pozuelo para el escolasticado. Ya habíamos comenzado las clases, cuando inesperadamente me dicen que me dé prisa para sacar el pasaporte para ir a Roma lo antes posible. Como ya había comenzado el curso también en Roma, ni siquiera pude ir al pueblo para despedirme de la familia. Así que pasarían 9 años sin visitarla. ¡Eran otros tiempos!
Si me hubieran preguntado si quería ir a Roma, mi respuesta era clara: No, porque quiero ir a misiones y los que estudian en Roma regresan a España. Pero como acababa de hacer el voto de obediencia… A posteriori doy gracias a Dios por esos 7 años sin salir de Roma. En España no hubiera podido conocer tan a fondo entre otras cosas, la internacionalidad de la Congregación ni la catolicidad de la Iglesia.
En 1961, ya sacerdote y terminada la formación primera, según la norma, escribo al P. General para recibir la “primera obediencia”. Disponible a todo, le sugería mi preferencia por las misiones extranjeras. Supe que “oficiosamente” ya estaba destinado a Chile; pero pidieron el parecer al Provincial de turno y éste lo bloqueó: me reclamaba para la propia Provincia. Mis proyectos no son vuestros proyectos, dice el Señor (Cfr. Is. 55, 8-9).
Desde 1961 y de vuelta a España ¿a qué me he dedicado?
A muchas cosas, demasiadas. He aquí algunos de los servicios y ministerios: mi primer destino fue Málaga donde me hago cargo del pequeño colegio Mazenod (desaparecido); me trasladan a El Abrojo,  profesor en el Juniorado; Delegado provincial de vocaciones, colaboro con el Secretariado de Vocaciones de la CONFER y me confían el naciente Boletín que convierto en la revista de pastoral vocacional “Todos Uno” (suprimida); en Pozuelo  me encargan de transformar el nuevo escolasticado en casa de espiritualidad, Emaús: ejercicios y convivencias con jóvenes sobre todo; subdirector de la revista oblata, el director cae en la depre y me la confían, pero con algún otro instituto misionero decidimos fundirla en la revista de las O.M.P. Catolicismo, que pasó a llamarse Pueblos del Tercer Mundo y en el 2000 cambia cabecera por Misioneros Tercer Milenio: miembro de la redacción al principio, ahora sólo soy un simple “colaborador”. Profesor de Religión en Institutos diversos: Pozuelo, Villa Cisneros (Dajla), Jaén; catequesis y pastoral parroquial,  maestro de novicios, superior local en diversas comunidades, Superior provincial, etc. Por fin, con 70 años, me envían a Venezuela donde pensaba dejar mis huesos; pero poco después me llaman a Roma para el escolasticado internacional. Una vez aquí, me nombran Postulador general de las Causas de los Santos, cargo del que he dimitido por razones de edad (80 años). Actualmente sigo en Roma formando parte del equipo de formación del Escolasticado Internacional. “Hombre de muchos oficios, pobre seguro”, oí en mi pueblo. Ése soy yo.
Este sería el marco del cuadro. ¿Pero la pintura, mi vida oblata?  Me limitaré a dar un par de pinceladas.
La primera pincelada sería afirmar sin ambages que en todos esos ministerios siempre he sido entusiasta de mi vocación oblata y nunca he tenido dudas serias de que éste era mi camino, el proyecto de vida que Dios tenía destinado para mí.
Sin embargo en 1970, con 10 años de sacerdocio, sufrí una crisis profunda. Yo estaba enfrascado en un activismo frenético. Por otra parte eran los turbulentos años de la contestación. Parecía que todo se iba  a derrumbar. La Iglesia del posconcilio estaba desconcertada y dividida. También los Oblatos, que hicieron experiencias arriesgadas en el campo de a formación y que, en mi opinión, quemaron vocaciones de jóvenes Oblatos.
Yo estaba en Pozuelo entregado en cuerpo y alma en la Residencia del Pilar (que para evitar confusiones hubo que denominar después Emaús); pero encontraba una fuerte oposición por parte del Escolasticado: yo les había “usurpado” el nuevo edificio: “¡esa casa es nuestra!” No bajo a más detalles; pero hastiado del acoso, si no pensé en abandonar la Congregación fue por mi vocación misionera. Quería irme de España. Escribí a los Oblatos de Camerún y del Congo. Ambos Provinciales que acogían gustosos.
Pero algo me decía que esa decisión no era honesta: yo había elegido a los Oblatos para ir a misiones; pero ahora quería huir a las misiones. Lo expuse al Provincial de turno (Ramón Pardo) y le dije que, para hacer el discernimiento justo, quería hacer un “segundo noviciado”.  Él se resistía a que estuviera ausente seis meses y me sugirió hacer el mes ignaciano, más breve y clarificador. Pero ocurrió algo inesperado: la Mariápolis.
Durante mis años de escolástico en Roma tuve contacto con la Obra de María o Movimiento de los Focolares. En 1970, en medio de esa confusión ambiental y personal, caí sin querer en una Mariápolis (Burgos, agosto 1970). Allí y a la luz de esa espiritualidad caí en la cuenta de que la raíz de todos mis problemas y conflictos era yo mismo, que no quería abrazar la Cruz (Jesús Abandonado)  y transformar esa losa que me aplastaba en trampolín para dar un salto de calidad. Vi claro. Ya no necesitaba los ejercicios de S. Ignacio; pero fui a Manresa, para poder descansar. Fue un mes y una gracia extraordinaria que me clarificó aún más la decisión a tomar.
Puedo afirmar que la espiritualidad de la Obra de María nunca ha sido obstáculo para mi vocación oblata, al revés, ha sido un estímulo para conocer mejor a nuestro Fundador y para entusiasmarme con nuestro carisma. Sin embargo tenía la impresión que para algunos de mis hermanos Oblatos yo era un interrogante: ¿era oblato o focolarino?
En 1992 el Provincial (Eutimio) se hallaba en apuros buscando un director para los inminentes ejercicios anuales de la Provincia.  Me lo propuso y yo me resistí a aceptar. ¿Dar los ejercicios a mis hermanos Oblatos, algunos de los cuales habían sido mis formadores? Me acordé del dicho oído a mi abuelo: “Yo que te conocí verde cerezo paso por delante y no te rezo”, equivale al dicho evangélico que nadie es profeta en su tierra. ¡Me sería más fácil darlos a un grupo de Obispos! Pero insistió y claudiqué.
¿De qué les hablé? De los principios fundamentales de toda vida auténticamente cristiana, pero con los temas de la espiritualidad que yo mejor conocía: Dios-Amor, Opción radical por Dios, La Voluntad de Dios, el Mandamiento Nuevo del amor recíproco, la Cruz (Jesús Crucificado y Abandonado), la Iglesia, María, etc. Ilustraba todo eso con “experiencias”, no mías o de otros religiosos, como hacía con otros ejercitantes, sino con textos del Fundador  demostrando  cómo había vivido San Eugenio todo eso. Alguno se convenció de que yo conocía al Fundador quizá más que él y me pidió las fuentes de esa oblatología.  Esto fue mi ruina, pues cayeron muchos prejuicios y pocos meses después me nombraron Provincial.
Mi mandato como Provincial (6 años) tienen que juzgarlo otros. Personalmente puedo decir que me costó aceptar, que fue una experiencia fuerte con alegrías y dolores; pero experimenté más de una vez la “gracia de estado” y traté de “vivir el otro”, “hacerme uno” con mis hermanos, a costa de no preocuparme ni vivir para mí, sino para ellos, sobre todo en la oración.
Otra pincelada importante de mi vocación oblata es la siguiente.
En 1976, a raíz de la beatificación del Fundador (1975) se celebró en Roma el 1er. Congreso sobre el carisma oblato: “El Carisma de San Eugenio de Mazenod hoy”. Coordinador,  el P. Macelo Zago, siendo General  el P. Fernando Jetté. Fue el primer jalón en ese fecundo camino. Yo tuve la suerte de participar. Era para especialistas e investigadores. Yo no lo era; pero pasó por El Abrojo el P. Albert Schneider, Consejero general, vio lo que yo estaba preparando para la beatificación y me invitó.  En este congreso pude ver más claro que nunca cuál era el corazón del carisma oblato. Cuando comenzamos con la lluvia de palabras clave, saltó la primera: Jesucristo. Después vendrían la evangelización, los pobres, la comunidad, la Iglesia, María… Pero el centro de todo era JESUCRISTO. Por eso me encanta la alocución del papa Juan Pablo II a los capitulares de 1986. El P. Jean Drouart decía que aquel capítulo general hubiera valido la pena sólo por esas palabras:
“La question fondamentale qu’il pose aujourd’hui à tous ses fils par la voix du Successeur de Pierre, est brève et bouleversante: Jésus-Christ est-il bien au cœur de votre vie?
"La interpelación fundamental que S. Eugenio os plantea por boca del Sucesor de Pedro es breve e inquietante: ¿Jesucristo es de verdad el corazón de vuestra vida?”  
Esto debiera ser el hilo de oro de mi vocación oblata: acoger a Cristo, como María, para darlo al mundo. Tengo que confesar que ese no es mi ser sino mi deber-ser.
Para terminar, diré que más de una vez he oído a algún religioso: “Cien veces naciera, cien veces me haría…” (de la Congregación X, la suya, claro). Esa afirmación contundente  me parece huera, pues no se trata de una hipótesis, sino de una veleidad.  Yo me limitaré a reiterar que nunca he dudado seriamente de la vocación a la que me siento llamado, doy gracias a Dios por haberme conducido de la mano hasta aquí y le pido que me dé la gracia de ser fiel al cuarto voto que pronunciamos los Oblatos: “Perseverar hasta la muerte en el santo instituto y Sociedad de los Misioneros Oblatos de la Santísima e Inmaculada Virgen María. Dios me ayude. Amén”.
 Roma, 27/05/ 2016
Joaquín Martínez Vega, o.m.i.

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